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“Año de la Palabra de Dios”

Comunicado Nº 05.
25 de Febrero de 2020.
Zapopan, Jal. México

Con cariño fraterno saludo a cada una de mis hermanas en Congregación.

La cuaresma es un tiempo privilegiado que nos prepara a la vivencia de la Pascua”.

El signo externo que caracteriza el inicio de este tiempo es la imposición de la ceniza, signo positivo que acelera en nosotros el crecimiento de la gracia. De la misma manera que los antiguos pastores quemaban los pastizales secos a fin de provocar, incentivar el otoño de los pastos, pues al quemar la hierba seca para que no impida a los rayos del sol penetrar y calentar la tierra, y así estimular el crecimiento de los nuevos brotes; de igual manera la ceniza ha de suscitar en nosotros “La prisa” de que brote en nosotros con mayor fuerza, lagracia de Dios. (P. José Rguez, Moya Srio. Arq. Monterrey).

El papa Francisco nos invita a reflexionar sobre el texto bíblico: “La creación, expectante, está aguardando la manifestación gloriosa de los hijos de Dios” (Rom. 8,19). A sí mismo, dice san Pablo – La creación — desea ardientemente que se manifiesten los hijos de Dios, es decir, que cuantos gozan de la gracia del misterio pascual de Jesús, disfruten plenamente de sus frutos, destinados alcanzar la maduración completa de la redención del mismo cuerpo humano. Cuando la Caridad de Cristo transfigura la vida de los santos — espíritu, alma y cuerpo – , éstos alaban a Dios y, con la oración, la contemplación y el arte hacen partícipes de ello también a las criaturas, como lo fue en el “Cántico del hermano sol” de san Francisco de Asís. Sin embargo, en este mundo la armonía generada por la redención está amenazada, hoy y siempre, por la fuerza negativa del pecado y de la muerte (vaticano 4-Oct-18).

Hermanas, efectivamente cuando no vivimos como hijas de Dios, a menudo tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás creaturas —y también hacia nosotras mismas–, al considerar, más o menos conscientemente, que podemos usarlas como nos plazca. Entonces domina la intemperancia, estilo de vida que viola los límites que nuestra condición humana y naturaleza nos impiden respetar a las hermanas, a las personas que trabajan entre nosotras, y se siguen los deseos incontrolados como de quienes no tienen a Dios como punto de referencia en sus acciones, ni una esperanza para el futuro. Si no anhelamos continuamente la Pascua, sino vivimos en el horizonte de la Resurrección, está claro que la ley del pecado anida en nuestro corazón, se muestra en el afán de un bienestar desmedido, desinterés por los demás y a menudo también por el propio.

Por esta razón, la fuerza regeneradora del arrepentimiento, de la conversión y de perdón pueden llevarnos a poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual.

Esta “Impaciencia”, esta expectación de la creación encontrará cumplimiento, cuando cada una de nosotras hermanasy todos los hombres emprendamos la decisión de “Trabajar” que supone la conversión, estamos llamadas a salir juntas “de la esclavitud de la corrupción para entrar a la gloriosa libertad de los hijos de Dios”.(Rom.8,21).

La cuaresma es signo sacramental de esta conversión, es un llamado a todoslos cristianos a encarnar más intensamente y concretamente el misterio pascual en nuestra vida personal, familiar, comunitaria y social mediante el ayuno, la oración y la limosna.

Ayunar es aprender a cambiar nuestra actitud con los demás, evitando las críticas destructivas y cultivar la capacidad de sufrir por amor y fijar la mirada en lo positivo que hay en mi hermana.

El Orar es saludable y contemplar más a fondo el misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un «cara a cara» con el Señor crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (ca2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene. Cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más lograremos experimentar su misericordia gratuita hacia nosotros.

Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que debemos compartir los bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Significa también sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de la migración, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de nuestras hermanas enfermas, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, del exceso de trabajo y la no solidaridad en nuestras fraternidades.

El Señor día a día nos invita con estas palabras “Vuélvete a mí de todo corazón” (J1. 2.12); No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable, pidamos a Dios que nos ayude a emprender el camino de la verdadera conversión.

Invoco la intercesión de la Bienaventurada Virgen María en esta Cuaresma, para que escuchemos el llamado a dejarnos reconciliar con Dios, fijemos la mirada del corazón en el Misterio pascual y nos convirtamos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De este modo podremos ser lo que Cristo dice a sus discípulos: “Sed sal de la tierra y luz del mundo”(cf.mt 5,13-14).

 

«Mi Dios y mi Todo»

 

M. Josefina Elva de Santa Clara de Asís, Del Real Luna

Superiora General

Oración por contingencia COVID-19
Saludo de Navidad y Año Nuevo 2020

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