La gloria inmerecida de contribuir mano a mano en la divina y maravillosa obra de la creación en los nuevos seres corresponde a la mujer. Es ella, la que por bondad de Dios, día a día, en la intimidad de su ser, coopera con el Señor en la formación de su hijo. Inmerecida gracia que dignifica a la mujer, pero a la vez, estigma que paga muy caro la pobre joven que pretende ser madre fuera de las leyes marcadas por Dios y la sociedad.
Estas pobres jóvenes desorientadas son las almas que han movido la fibra más íntima del corazón sensible y comprensivo de la señorita Librada, obligándola a lanzarse a la acción, haciendo el bien al necesitado.
SUCESOS
La gente del pueblo: los niños, los pobres, los ignorantes y los que sufren son por instinto más psicólogos de lo que se cree, porque a maravilla saben buscar y encontrar a las personas que llevan la misericordia en el corazón.
Diariamente palpamos estas realidades, así que, es muy lógico que nuestra biografiada señorita Libradita, sea el paño de lágrimas de los desamparados que en cantidad acuden a la dama rica y desprendida que nunca los deja ir con las manos vacías, ni menos aún desconsolados.
Es el caso de una joven que ha caído perdiendo su más valioso tesoro; acude a la señorita recomendable, piadosa y buena en busca de abrigo, de consuelo, de elevación moral. Le llegó al alma tamaña desgracia y su generoso corazón busca luego el modo de ayudar a esta pobre creatura. Supo de una casa de arrepentidas que existía en las afueras de la ciudad de Guadalajara y con cierta ilusión se dirigió allí sin tardanza, pero cuál no sería su tristeza al encontrar sólo ruinas y escombros en esa casa, que había tenido por fin muy noble de «La elevación Moral de la Mujer Caída».
Las almas fuertes no se amedrentan ante los obstáculos. No encuentra asilo donde lo busca. De momento lo soluciona alquilando para la joven, una casita; y proporcionándole ayuda moral en consejos y económicamente, en alimentos y renta.
Ruinas y escombros de una casa. . . hecho tan natural, pero que ha dado origen al doblemente trascendental suceso: Una Comunidad o Congregación Religiosa y una casa donde, se rehabilite la joven caída.
Porque… en su fogoso corazón había nacido la esperanza de dedicarse con la autoridad de la Iglesia a este humanitario apostolado y obtener aquellas ruinas, lugar apropiado para poder llevar a cabo sus santos ideales de regeneración moral y social, mediante la construcción de un asilo recogido y silencioso donde pudieran encontrar esas pobres jóvenes: el abrigo, la comprensión y el amor que les niega la familia y la sociedad, factores esenciales para su rehabilitación ante Dios y ante los hombres.
Comunica sus proyectos a su confesor, el M.R.P. Teófilo García Sancho, el prudente y docto Padre le dice: «Espera, todavía no».
Porque… indudablemente, quiere que maduren esos proyectos, que se pese, que se mida la magnitud de esos ideales, en fin, quiere probar para estar sin duda alguna, más seguro del triunfo.
Las penas de estas pobres almas y la esperanza de impedir más pecados de esta índole la traen preocupada y por segunda vez entrevista a su padre Confesor y vuelve a exponer su deseos de hacer el bien a estas pobres almas caídas.
El R.P. Sancho, al oír sus instancias, con toda prudencia y tino le dice: «Pidamos a Dios nos indique cuál es su voluntad».
Me complace exponer que en nuestras Crónicas (vida diaria) no faltan los pronósticos, sueños y ese conjunto de hechos que tarde o temprano nos manifiestan los designios de Dios. Por esto con su ingenuidad franciscana, nuestra Cronista, nos relata dos sueños de la señorita Libradita relacionados con nuestro asunto.
Como muchas veces sucede que en el sueño revivimos algo de lo que traemos entre manos, soñó que fue a ver aquella casona abandonada llamada Capilla Vieja, pero no iba sola, sino que la acompañaban otras dos señoritas que pensaban y vestían como ella. Es de suponer, puntualiza nuestra Cronista, que cuando fue a esa casa para arreglar el internado de aquella joven que lo solicitaba, no entró a la casa sino que en la portería arreglaría su asunto. Pero en el sueño fue cosa diferente: iba a reconocer la Casa y entraron en la pieza que hacía de recibidor, vio un cuadro que representaba al Niño Dios, de tamaño natural (pues el cuadro mide más de un metro de largo por setenta centímetros de ancho), se acerca ella a mirar ese cuadro y vio como el Niño Dios tiene su cuerpecito encadenado y al inspeccionarlo mejor, ve que el Niñito toma en sus manitas la cadena y se la pone a ella.
Continúan el reconocimiento de la Casa, en otra pieza vio una imagen del Divino Preso, de mediana talla, igualmente una de Ntra. Señora de los Dolores muy hermosa, pero ambas muy deterioradas. Se acercó a contemplarlas todavía seguida de sus dos compañeras; pero allí vio que un señor, tomó por la mano a una de ellas y la sacó hasta la calle. (Quedando únicamente una de sus compañeras y ella).
Se dirigieron entonces a la Capilla que estaba completamente en ruinas y vio hacia un lado muchas personas vestidas de café, hacia otro lado muchas niñas vestidas de azul marino, en otro lado, muchas personas vestidas indistintamente.
El otro sueño, aunque al parecer diferente al primero, viene a ser la conclusión de aquel.
Esta vez soñ que fue a un negocio con el R.P. García Sancho y que estando con él en el corredorcito inmediato a la portería del Convento de la Basílica de Zapopan; vio en los claustros de los altos, en una ventana de las que dan al patio de la portería, a un religioso, también lo vio el R.P. Sancho, quien le dijo: «Mira, ese es el Padre que te va a ayudar».
¿Cómo siguen desarrollándose esos acontecimientos?
¿Sin violencia, al parecer accidentalmente? No, sino marcados por una Providencia que ata y desata nuestros planes.
«Y es así que la Hermana Mayor de la V.O.T. del Seráfico Padre en Sayula, Jal., por enfermedad tuvo que venir a Guadalajara, ella era la señorita Susana de la Fuente, quien a la sazón tenía unos 50 años y aunque era de muy buena posición social, vestía humildemente sin boato ni lujo alguno. Deseaba conocer a la Hermana Mayor del templo de Aranzazú y la buscó hasta encontrarla».
Este hecho bien puede considerarse energético en el desarrollo de los acontecimientos que nos dieron Congregación y Apostolados.
Desde la primera entrevista simpatizaron las dos señoritas, pues su corazón al unísono abrigaba los mismos deseos de vida religiosa, de hacer el bien, de impedir el pecado. La señorita Orozco informa a la señorita Susana de la Fuente de cuantos proyectos tiene, de si dos entrevistas con el R.P. Sancho; el cariz de posibilidad que toma el asunto, pues el ‘’pidamos a Dios nos indique cuál es su voluntad» de su confesor, suena a sus oídos mucho más halagüeño que aquel «Espera todavía no», conque la despidiera cuando por primera vez tratara este asunto. Contagiada la señorita de la Fuente y haciendo realidad sus decisiones se dirigen a entrevistar al Venerable Padre Sancho.
El R.P. al verlas tan entusiasmadas y oír por tercera vez sus instancias; comprende que es del agrado de Dios esta empresa y decide de enviarlas con el R.P. Pascual Avelar.
Lo hace con este recado: «Díganle al R. P. Avelar, que las envío yo y que le digo que haber que puede hacer por ustedes».
El R.P. Avelar es muy conocido de la familia Orozco, debemos recordarlo, la señorita Librada lo conoce y recuerda que en el sueño el R.P. García Sancho le había dicho que él sería quien la ayudaría y ahora al ser enviada a él, gozosamente sorprendida, presiente sin duda la grandeza de la obra pues ésta perdura y da frutos en el tiempo y en el espacio; y es de imaginar los sentimientos que embargarían su corazón.
El citado Padre vivía en una casita chiquita, pero muy aseada dice nuestra cronista, cerca del templo de San Felipe. Allá se dirigieron sin dilación nuestras señoritas, que fueron muy bien recibidas. Era la hora de la merienda, y allí en su mismo comedorcito trataron el asunto.
¿Por qué el R.P. Avelar que en sus escritos y tradición se nos muestra tan sensato y prudente; acepta de inmediato y se lanza como torbellino poniendo manos a la obra? ¿Unicamente por obediente?
Sí por cierto, testimonios hay, pero también no cabe duda, porque era necesario que la naciente y futura Congregación tuviera en él su sostén y guía. Ya que él mismo más tarde lo dirá; conoció ser esto Voluntad Divina.
TRÁMITES
Siguiendo nuestros escritos copio para ustedes: Enterado el muy reverendo padre Avelar, del objeto de la visita de estas dos señoritas, y de las disposiciones del M.R.P. Teófilo García Sancho, las invita a que se vayan yendo y lo esperen en el pasillo del Arzobispado. Debemos advertir, apunta N.M. Gómez, que fue siempre tan grande la actividad de nuestro Padre, particularmente en este asunto, que cuando las señoritas Orozco y de la Fuente lo esperaban inquietas en las puertas del Arzobispado, para ir a hablar con el Ilmo. Sr. Loza, él ya bajaba las escaleras, anunciándoles que había tratado el asunto. Y muy complacido les decía que el Ilmo. señor estaba muy de acuerdo y contento, que ya no era necesario que ellas subieran.
Esto sucedía por el mes de febrero de 1888.
Encuentro un manuscrito de nuestro reverendo Padre Fundador, Fray Pascual Antonio del Niño Jesús Avelar, con fecha del año de 1897, que a maravilla sigue el hilo de la presente narración y me permito copiarlo íntegro:
«En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Doy principio a la Crónica de este lugar, o sea del Colegio de María Santísima del Refugio, fundado en el año de 1897 por las señoritas Librada Orozco, Matiana Orozco, Susana de la Fuente y el suscrito Capellán, Fray Pascual Antonio del Niño Jesús Avelar.
Era una noche obscura del mes de febrero de 1888, cuando a eso de las 7 de la noche se me presentaron las señoritas Librada Orozco y Susana de la Fuente; rogándome fuera a hablar con el Ilustrísimo Sr. Arzobispo Dr. Don Pedro Loza y Pardavé, para suplicarle a su nombre, se sirviera concederles la casa conocida con el nombre de: «Casa de Arrepentidas».
Inmediatamente conocí ser esto una inspiración divina y sin réplica, me traslado al palacio Arzobispal, hablé con el venerable Prelado, que con la prudencia propia de un santo, me interroga de las proposiciones que hacen las personas que solicitan la ya mencionada Casa.
Como era mi deber informé muy minuciosamente de estas señoritas que con verdadera abnegación querían llevar a cabo el gran pensamiento de reedificar la Casa e iglesia, todo en ruinas hacía más de 20 ó 30 años y dedicarse a emplear su dinero y personas, al nunca bien alabado fin, de procurar que las personas alucinadas por los deleites del mundo y que se entregan a la prostitución y a ser la perdición de muchas almas; tengan una casa a donde retirarse a llorar sus pecados y reparar los quebrantos tan lamentables que sufrieron en su moral, entregadas a tal vida.
O más bien desean estas señoritas llevadas de amor a Dios darle estas almas a su Majestad, poniendo una Casa en donde tengan asilo, alimento y vestido, para así separarlas del camino de la perdición.
Les duele el corazón y mucho les puede que sean estas almas la causa de la perdición y el escándalo de otras tantas. Y que cuando quieren volver a Dios no hallen quien las ampare, todos huyen de ellas, pues en verdad es una llaga cancerada que nadie quiere lavar y así, sin hogar, casi es imposible su regeneración y aún su eterna salvación.
Más claro, la mujer que da un paso que atienta contra su honor, queda en ella por esto, una mancha indeleble que la sociedad nunca perdona y así degradada por su pecado, queda sin amparo, sola, con la vergüenza de su caída. Busca en vano el medio para regenerarse.
¿Quién la ayudará? ¿Quién le dará su protección?
¡Ah! qué cierto es lo que decía San Francisco de Sales: «Pobres pecadores, sólo Jesucristo y yo nos compadecemos de ellos».
Mas no, que Dios en sus altos designios tiene destinadas almas generosas, que sin probar el veneno degradante de la iniquidad conocen sin embargo el estrago que esas caídas ocasionan a las almas. Me parece oírlas decir: «‘Animo corazón mío, ya caíste, pues bien, yo te levantaré y tendiéndoles la poderosa mano de su protección, las animan a volver al sendero del bien, ofreciéndoles hacer por ellas cuanto esté de su parte.
Esto es lo que se proponen hacer estas señoritas al suplicar al Sr. Arzobispo, les conceda la Casa cuya historia estamos reseñando. Informado el Sr Arzobispo de mi petición, me dijo que me entendiera con el señor licenciado Don Miguel Verea, quien estaba encargado por su señoría de dicha Casa y que él se informaría de los arreglos que fuéramos teniendo.
Salgo de la presencia del Prelado y a pesar de que la noche estaba muy obscura y lluviosa sin embargo, las señoritas Susana de la Fuente y Librada Orozco, me esperaban deseosas de saber el resultado en las puertas del Arzobispado. Se los digo e inmediatamente nos vamos a la casa del licenciado Verea.
Le hablamos del asunto y nos contestó: “Que hacía como 15 días que el Sr. Loza le había hablado sobre este negocio, deseando cuanto antes se reedificara la Casa. Nos sorprendimos mucho puesto que a nadie habíamos hablado sobre el asunto, pero no debíamos sorprendernos siendo tan conocida la santidad de S. Ilustrísima.
Pero sí nos alentamos más, porque este acontecimiento nos hizo creer que era de la voluntad de Dios esta empresa. Se empezaron a arreglar con el Lic. Verea las bases que se debían de adoptar para que tomaran posesión de la Casa, sin dejarles de advertir lo que decía el Sr. Arzobispo, que esta Casa sería destinada solo para reparar y conservar a las que Dios llama a la gracia de la conversión, para que resuciten a la vida religiosa que perdieron en los combates de la vida.
Según una tradición, una señora piadosa recogió en su casa a una pobre joven vivía mal. Y deseando separarla del camino de la perdición, se la había llevado a su casa. Mas, como era natural salían a Misa y en una ocasión el hombre con quien vivía, la encontró y la mató. A esta desgracia tan sensible para el corazón de tan piadosa señora se siguió el pensamiento de edificar una casa para asilar a esta clase de personas. Le habló a su confesor que según asegura la tradición, era hijo del Seráfico Padre Francisco y desde luego se dio principio a la construcción de la Casa.»
Hasta aquí es copia exacta de los apuntes hechos de puño y letra de nuestro muy ilustre Fundador y Capellán el M.R.P. Fray Pascual Antonio del Niño Jesús Avelar.
Dejamos nuestra historia cuando nuestro Padre Fundador les da en el pasillo del Arzobispado a las señoritas la buena noticia; continuemos diciendo que el Lic. Verea hizo una escritura privada, en la que cedía la propiedad de esa casa a las señoritas Librada Orozco, Susana de la Fuente y Matiana Orozco.
Me complace preguntar: ¿Por qué son 3 personas en lugar de las 2 que anduvieron en esos trámites? ¿Recordamos el primer sueño?
Iba a inspeccionar la casa con dos compañeras, etc. Hasta su pretendida entrevista con el Sr. Arzobispo sólo eran dos. ¿Por qué en la cesión ya son tres?
Porque, escribe nuestra cronista:
«Es de saber que al llegar las señoritas a su casa, regresando del arzobispado contentísimas, le platicaron a Matianita el buen resultado de su proyectos y ella se entusiasmó tanto que les ofreció también su capital y les rogó la admitieran para trabajar en el arreglo y adaptación de la casa. Razón es esta porque a ella también le perteneció figurar en la escritura de la cesión».
Y yo comento: Nuevo acontecimiento que haría estremecer el corazón de la señorita Librada, palpando algo fuera de lo ordinario; que nosotras podemos bien decir, por los acontecimientos sucedidos, algo sobrenatural, el sumarse su hermana Matiana a la Sociedad Orozco de la Fuente. Estos primeros arreglos se verificaron a partir del mes de febrero de 1888.
El Lic. Verea se reservó la propiedad de la casa en escritura pública para asegurarla de los estragos civiles por la razón siguiente: Se sabe que la señora Dolores Anaya empezó a construir esta Casa con el mismo fin y que fue dedicada a la Sma. Virgen de los Dolores, pero no pudo continuar su construcción.
A su muerte acaecida entre el año 50 ó 60 de mil ochocientos, quedaron viviendo allí una ahijada con su familia, su sobrina, que por llamarse dos de ellas Jesús, eran llamadas Jesusitas. Por motivos desconocidos, tal vez por falta de recursos, se recargaron en las contribuciones y les fue rematada la Casa. En estas condiciones la compró el Lic. Verea a su nombre, pero perteneciendo al Arzobispado.
Igualmente, esta es la razón por la cual aún después de haber cedido a las señoritas Orozco y de la Fuente la propiedad, siga él en lo civil, resguardándola con su garantía de particular laico. La escritura de cesión de propiedad, por prudencia la dejaron en el Arzobispado y la otra de amplísimas facultades, la tuvimos en el Refugio un tiempo y antes de entregarla me puso N.P. Avelar a copiarla, copiamos aún los sellos y se guardó esta copia en el archivo de la Casa. Poseedoras ya de esta escritura surge la necesidad de ir a reconocer e inspeccionar la Casa. Así lo hicieron las tres señoritas, que ligadas estaban con los mismos intereses; se dirigen a ella y piden permiso de entrar, claro está, sin manifestar el objeto de su visita. Al entrar a la pieza donde las recibieron, ve Libradita con admiración el cuadro que soñara, el del Niño Dios encadenado (que actualmente se encuentra en la Unidad Histórica en la Casa General, segundo convento fundado por la madre Libradita: Libertad 142 en el centro de Zapopan, Jal. México).
Entrando un poco más llegaron a una pieza grande donde vio la escultura del Divino Preso en un nicho, como lo soñara (se venera en la Unidad Histórica en la Casa General, segundo convento fundado por la madre Libradita: Libertad 142 en el centro de Zapopan, Jal. México); e igualmente la escultura muy hermosa aunque en pésimas condiciones, de la Sma. Virgen de los Dolores (que se encuentra en el templo del Refugio en Guadalajara) Al acercarse a contemplar cual lo había hecho en sueños, recordó que estando allí un señor tomó por la mano a una de sus compañeras y la sacó hasta la calle».
Estaba viendo cumplida otra parte de su sueño: tres las que visitaron la casa, tres los objetos que con admiración reconocían: el Niño Dios encadenado, el Divino Preso y la Sma. Virgen de los Dolores. ¿Se cumpliría lo que faltaba? ¿Cuál de sus compañeras la abandonaría? ¿Qué significarían los grupos que a un lado de la Capilla había visto?
Lo que para ella en aquel instante era un enigma, el tiempo lo pone de manifiesto. La señorita de la Fuente, como a su tiempo se verá, se retiró. Los tres grupos los identificamos como sigue: El formado por las personas vestidas de café, son los miembros de nuestra creciente comunidad Franciscana; el de niñas vestidas de azul marino son, no cabe duda, el numeroso de colegialas atendidas por nuestras Hermanas (es por esta razón el tradicional azul marino de nuestros uniformes). El grupo que viste indistintamente es el de Magdalenas que no se ha creído conveniente uniformar, puesto que no hay razón de exigir esta nota característica a determinado grupo de personas.
Continúa el arreglo de la cesión y sigamos a nuestra Cronista que dice:
«No sé porque razón en el año de 1888 y 1889 se celebraba el diario cuaresmal en casas particulares y las señoritas Orozco de la Fuente, María Romo y yo nos reuníamos unas veces en la casa de la señora María Reyes viuda de Corvera y otras en la de la familia Robles Cañedo. Después del santo Ejercicio, entre ellas sólo se oía pláticas acerca de la vida religiosa y de ciertos proyectos que traían entre manos. Matianita muy entusiasmada decía: Ya nos van a dar posesión de la casa que llaman de Arrepentidas. Yo nada más las oía, sí me interesaba y quería ser religiosa, pero callaba».
Nuestra misma Madre Gómez cuenta que se sentía una chiquilla entre ellas; lo dice claro, su edad (17 años); pero su madurez le daba paso franco entre personas grande y que fraguaban algo más grande todavía «Iniciar o fundar una Familia Religiosa».
PROYECTOS PLASMADOS EN REALIDADES
Se inician los trámites ordinarios y necesarios que en cualquier obra se requieren en el mes de febrero de 1888, fecha que sirve de punto de partida a posteriores sucesos y grandes realizaciones. El tiempo parece caminar despacio, pero aun así, cuando menos piensan, han pasado catorce meses y tras los trámites legales y documentos correspondientes, las señoritas Librada Orozco, Susana de la Fuente, Matiana Orozco y al frente de ellas el M.R.P. Fray Pascual Avelar, con pleno consentimiento y gusto del ilustrísimo Sr. Arzobispo Dr. Don Pedro Loza y Pardavé y de sus respectivos superiores en la Orden, recibieron el viernes 1° de abril de 1889 la posesión de la Casa.
Es de imaginar la satisfacción que este acontecimiento les produjera, aunque comí dice nuestra Cronista:
«Estaba todo en soleras, porque únicamente estaban techadas tres piezas que seguían de la portería hasta la Capilla, pero aun así ya tienen ahora el lugar preciso dónde realizar sus anhelos. Y… manos a la obra » inmediatamente empezaron a hacer sus presupuestos según sus capitales para dar principia a la construcción de la tan deseada Casa.
La señorita Susana de la Fuente regresó a Sayula a ultimar sus asuntos para libremente venirse a participar en la empresa. Y el primero del mes de mayo del mismo año empezó el trabajo de albañilería. Este trabajo desde un principio fue debidamente planeado, sin desviarse del plano aprobado por las debidas autoridades, trabajaban con tesón, fustigado por los ideales preconcebidos. Mediaba sólo un mes en este trabajo constructivo, cuando se presenta a nuestra protagonista, la joven María García de 18 años de edad, pidiendo amparo para su desgracia, pues creía con certeza que su familia al conocer su situación, se la negara.
Este hecho, la situación socio-moral de esta joven que recurre a la piadosa señorita Librada, marca el nacimiento tangible de nuestro meritorio apostolado Moral y Social o Rehabilitación de la Mujer. Fecha que en la historia corresponde al día 1° de junio de 1889.
EL NOMBRE ACTUAL DE ESTE APOSTOLADO ES “PROMOCIÓN INTEGRAL DE LA MUJER” y las mamás solteras en las casas hogar que se reciben son solo hasta los 15 años de edad, es decir son mamás en su niñez y adolescencia…