Francisco: nacemos en esta tierra con la misma dignidad
Fragmento de publicación
Las últimas décadas se ha subrayado la importancia de preservar la Tierra, el planeta. Y es necesario seguirlo haciendo. En esta ocasión fijamos la mirada en otro actor que ayuda a la preservación, en quién trabaja la tierra y en la forma de hacerlo. El Papa Francisco nos ayuda a observar con mayor agudeza esta relación.
El Papa Francisco, en la encíclica Fratelli tutti subraya la importancia de la función social de la propiedad, como elemento regenerador de relaciones humanas saludables que permitan el progreso de toda la sociedad, sin exclusión:
El mundo existe para todos, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con la misma dignidad. Las diferencias de color, religión, capacidades, lugar de nacimiento, lugar de residencia y tantas otras no pueden anteponerse o utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos. Por consiguiente, como comunidad estamos conminados a garantizar que cada persona viva con dignidad y tenga oportunidades adecuadas a su desarrollo integral (FT 118).
Francisco, más adelante cita a Juan Pablo II, y dice: “Vuelvo a hacer mías y a proponer a todos unas palabras de san Juan Pablo II cuya contundencia quizás no ha sido advertida: «Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno». En esta línea recuerdo que «la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada» (LS 93).
La mirada de Jesús sobre la creación
Finalmente, citamos dos textos de la encíclica Fratelli tutti los que el Papa Francisco nos muestra la mirada de Jesús sobre la creación, quien nos invita a tener una mirada sobre todo lo creado que es patrimonio de todos y es nuestro deber cuidarlo:
Jesús asume la fe bíblica en el Dios creador y destaca un dato fundamental: Dios es Padre (cf. Mt 11,25). En los diálogos con sus discípulos, Jesús los invitaba a reconocer la relación paterna que Dios tiene con todas las criaturas, y les recordaba con una conmovedora ternura cómo cada una de ellas es importante a sus ojos: «¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Pues bien, ninguno de ellos está olvidado ante Dios» (Lc 12,6). «Mirad las aves del cielo, que no siembran ni cosechan, y no tienen graneros. Pero el Padre celestial las alimenta» (Mt 6,26) (FT 96).
El Señor podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él mismo estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro. Cuando recorría cada rincón de su tierra se detenía a contemplar la hermosura sembrada por su Padre, e invitaba a sus discípulos a reconocer en las cosas un mensaje divino: «Levantad los ojos y mirad los campos, que ya están listos para la cosecha» (Jn 4,35) (FT 97).
Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
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