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4 julio, 2019

Inicio a la vida de fraternidad de nuestra hermana Elvira de San Antonio de Lisboa.

El día 4 de julio hemos participado de la alegría de la hermana Elvira de San Antonio de Lisboa, que ha emitido su profesión religiosa en esta Congregación. Sus familiares también se han unido a esta bella celebración. El sacerdote nos ha compartido una bella reflexión, que a su vez les compartimos.

​Les saludo con la salutación que el Buen Dios le inspiró a nuestro Padre San Francisco: ¡Que el Señor les dé su Paz!

​Queridas hermanas, familiares, amigos y bienhechores de esta familia religiosa, hoy nos reunimos en torno al altar del Señor en el día en que conmemoramos la festividad de Nuestra Señora del Refugio de Pecadores, para ser testigos del inicio a la vida de fraternidad de nuestra hermana Elvira; quien para ustedes es signo de la escucha solícita de parte de Dios a sus peticiones por atraer vocaciones. Elvira es la respuesta de Dios a las plegarias y súplicas de la Iglesia que pide operarios para seguir difundiendo en su testimonio de vida este carisma Franciscano que el Señor nos regaló.

​Hablar de la vocación es reflexionar en el misterio de Dios; sin embargo, cuando vemos una joven que inquieta por descubrir lo que el Señor le pide, logra descifrar y escudriñar en la voluntad del Eterno Padre, surge en la Iglesia el eterno Aleluya de aquellos que ha escuchado la voz de Dios. Cada Sí o cada Aquí estoy Señor, es el canto glorioso que embelese a Dios. Es música de ángeles que deleita a nuestro Creador. Porque cada joven que dice Sí, se convierte en un instrumento que el Buen Dios utiliza para acercarse a su pueblo. Por eso queridas hermanas, cuando hablamos de Jesús que es la Palabra hecha Carne, se ve manifestado también en todos aquellos hombres y mujeres del mundo que con su vida han hecho posible que Dios e manifieste como el Dios con nosotros.
​Tu Sí, es una extensión de la encarnación de Dios en medio de su pueblo.
​Les invito a que reflexionemos en la Palabra de Dios que, en este día, quiere regalarnos para nuestro crecimiento en la fe.

​Hablar de la Vivencia del Evangelio es hablar del esfuerzo real que el hombre y la mujer hacen todos los días por asemejarse a los gestos y acciones de Jesús. Tanto así que una de las principales características de todos aquellos que decimos creer en Jesús, o que le seguimos siempre se verá concretado en los gestos de caridad. Para nadie es un secreto que es en los actos de amor donde se manifiestan la intimidad y profundidad de nuestra fe. Ya lo dice el Apóstol Santiago “Muéstrame tu fe sin obras, que yo por mis obras te mostraré mi fe. Pero qué sucede cuando Dios, en su plan de salvación, nos pone a prueba, así como lo hizo con Abraham, con Jacob o incluso como lo hizo con el mismo Padre San Francisco, los hombres y mujeres de fe, conociendo la pedagogía divina no suelen huir ante los desafíos, ni se dejan amedrentar ante las vicisitudes de la vida, por difícil que parezcan. Y ante las continuas llamadas de Dios suelen responder “Aquí estoy…” mismas palabras que has pronunciado cuando decidiste seguir a Jesús… por eso hija, debes entenderlo: decir “Aquí estoy” es decirle a Dios, estoy lista para las pruebas que quieres ponerme para madurar mi vocación y mi fe.

​¿Qué tipo de prueba suele poner Dios? Pregúntale a tus hermanas mayores… ellas tienen experiencia de esto… cada una más de alguna vez ha salido un poco despeinada… pero al final… siempre más fuerte siempre más firmes en la voluntad.
​A los que mucho se quejan y a los que poco responden con generosidad el Señor pasa de largo… es como el agricultor que va a la cosecha y decide no cortar nada porque todavía no ha madurado, el fruto no está listo para ser comido, no está listo para embellecer la mesa o la comida sabrosa de un hogar.

Ahora bien, ¿Cómo identificar a alguien que vive su vocación con poca fe? Es muy sencillo… quienes así desarrollan su experiencia de Dios, suelen ser excluyentes, son aquellos que señalan, que juzgan, que critican, que marginan, creen que los demás no son dignos, se olvidaron ya que, en algún momento de su vida, alguien también se compadeció de ellos y les dio la oportunidad de vivir lo que anhelaban en su corazón.

Querida hermana, esto que hoy comparto viene a propósito de lo que hemos escuchado en la Palabra de Dios, la cual nos habla de un paralítico que tenía un gran deseo de salir de su marginación, de su miseria, de su limitación física. Ahora portar ese hábito es que te comprometes a vencer tus propias limitaciones, tus propios pecados, si en verdad quieres acercarte a Jesús… ¿Cómo lograrlo? Necesitamos desearlo con insistencia y esa actitud de vida se logra desde la humildad, es decir, de rodillas ante el Sagrario. ¿quieres dejar de sentirte indigna ante el paso del Señor por tu vida? Entonces vence tus temores y acércate a Jesús. Pues Jesús es aquél que extiende la mano ante la súplica del pecador, ante el sufrimiento del paralítico.

​Dios te ha llamado y si así lo crees no es para que seas “una más” que quiere entrar al “común de mártires” en la vida de la fraternidad. Dios te ha elegido para que seas imitadora de Cristo, a ejemplo de tu madre fundadora: mujer de oración, fuerte en la tribulación, tenaz en las pruebas, cercana con sus hermanas y, sobretodo, para que seas una testigo ante el mundo, ante la Iglesia y ante tu fraternidad, de lo que el Señor ha hecho contigo.
​Hoy portas ya el sayal franciscano, se te está dando el signo de aquellas que buscan vivir en penitencia. No te acomodes a él; es decir, pórtalo con tal dignidad de sentirte elegida, pero a la vez, con humildad de reconocer que todo lo que avances en tu vida espiritual es regalo de Dios, y no simplemente mérito propio.
​Sigue escuchando a Jesús… y permite que otras también lo toquen a través de tu vida, de tus palabras, de tu testimonio. Sé una hermana alegre ante la vida, sin importar lo que venga. Bienvenida a la carrera de la conversión… que Dios y tu fraternidad te acompañen en este caminar.
Paz y Bien.

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